viernes, 3 de octubre de 2008

Gramática aplicada

In Memoriam Betty Higden

Es curioso cómo alguna gente insiste en leer libros que no han sido escritos por Charles Dickens. O libros que no traten directamente de Dickens [1]. No quiero dar nombres; son víctimas, tal vez, de nuestro moderno sistema educativo. Si no temiese incurrir en contradicción, diría que son más dignos de piedad que de censura.

La última novela que completó Dickens [2] fue Our Mutual Friend. El título ("nuestro amigo mutuo") llama la atención y se llevó una cuarta parte del capítulo que Chesterton dedicó a la obra en su Appreciations and Criticisms of the Works of Charles Dickens. Cito de allí:

Aquellos que de verdad aman a Dickens aman al primer Dickens; y debe darse la bienvenida a cualquier regreso a su estilo farsesco, como a un hombre joven que regresa de entre los muertos. Y en este libro no sólo regresa a su farsa: en cierto modo, regresa a su vulgaridad. El que escribe aquí es el antiguo Dickens, no educado. Incluso el título es iletrado. Cualquier maestro puntilloso le hubiese podido decir que en inglés no existe la frase 'our mutual friend'. Cualquiera podría señalar a Dickens que "nuestro amigo mutuo" significa "nuestro amigo recíproco", y que "nuestro amigo recíproco" no significa nada. Si tan sólo hubiese tenido las solemnes ventajas de una educación académica, no se habría equivocado así. Habría sabido que la frase correcta para designar a un conocido de otras dos personas es 'our common friend'.

Viene luego una ardiente defensa: Dickens "pertenecía al tipo de gente que verdaderamente habla de un 'amigo mutuo' [...] esta clase social que sí entiende el significado de 'amigo', y el de 'mutuo'" - que es de lo que trata la obra; y concluye Chesterton arremetiendo contra la opinión académica: ciertamente "ningún universitario hubiese escrito ese título; ningún universitario podría haber escrito el libro".

Podría haberse ahorrado el crítico su defensa [3], con sólo buscar la opinión de libros de referencia contemporáneos. Tanto el Merriam Webster's Dictionary of English Usage (1994) como el Fowler's Modern English Usage (2004, editado por el tolkienista R.W. Burchfield) dejan en claro que el uso de mutual con sentido de "(en) común" tiene una tradición de uso ininterrumpida desde el siglo XV hasta hoy, secundaria con respecto al uso normal con sentido de "recíproco", pero en absoluto inválida. Entre otros nombres ilustres que no han tenido reparos en usar la expresión 'mutual friend' o similares se cuenta a Shakespeare, Thackeray, Walter Scott, George Elliot, Lord Byron, Robert Frost o James Joyce.

El rechazo de la acepción alternativa procede, aparentemente, de dos referentes del siglo XVIII: Robert Baker en Reflections on the English Language (1770) condena el uso con el sentido de "común", y el buen Dr. Johnson en su diccionario (1755) da sólo la definición 'reciprocal'. Desde ellos, y hasta hoy, los libros que dicen en qué consiste escribir bien y mal en inglés no han dejado de discutir el asunto.

Uno adivina que la raíz del disenso está no en el uso corriente inglés sino en la reflexión sobre el origen de la palabra: el latín mutuus, del que deriva en última instancia, tiene una acepción como "recíproco" casi exclusiva; es el único matiz que registraban Lewis & Short, aunque el Oxford Latin Dictionary ahora incluye al final una acepción 'Felt, experienced, etc. by both alike', con ejemplos claros como éste: receperat in gremium uirgines, magna mutui doloris solacia (Q. Curcio). Se muestra, entonces, que el latín tuvo en algún momento un mutuus que significaba "común".

Y, por fin, no es imposible que Dickens hubiese recurrido al "error" intencionalmente: el único que usa la expresión en la novela (y no más de tres veces en las 850 páginas) es el entrañable Mr. Boffin. La frase correcta, 'common friend', aparece en el discurso del odioso Lammle en su aniversario de bodas, cuando agradece al patético Veneering el modo afectuoso en que se refirió a su 'common friend' - no otro que el deleznable Fledgeby.

Podemos preguntarnos, de paso, qué ha sucedido con la palabrita en nuestro idioma. El DRAE no tiene dudas: la única definición pertinente que da es "Dicho de una cosa: Que recíprocamente se hace entre dos o más personas, animales o cosas". Habrá que asumir que, según la Academia, el uso de "mutuo" como "común" es incorrecto, pese a que el CORDE trae ejemplos desde antiguo de la alternativa, y Google muestre que ésta goza de buena salud. Tal vez la frase emblemática sea la combinación con "acuerdo". ¿Es más correcto "de mutuo acuerdo" o "de común acuerdo"? Con el DRAE en la mano, se podría pensar que lo segundo; sin embargo, "de mutuo acuerdo" es (verbigracia) más común.

Pero no es del título del libro, ni menos de la expresión 'mutual friend', que quería hablar aquí. Entré sólo para citar un pasaje de gramática aplicada. Se enmarca en la breve aparición de Miss Peecher, un personaje muy secundario que ostenta el cargo de maestra escolar. El profesor de la escuela de varones adjunta, Mr. Bradley Headstone, pasa frente a la verja acompañado por su pupilo favorito, el joven Hexam, y la saluda (ella está regando las plantas), obsequiándola con una interesante reflexión sobre el estado del tiempo.

Pequeña, brillante, ordenada, metódica y de curvas agradables: así era Miss Peecher, de mejillas coloradas y afinada voz. Una mezcla de alfiletero, ama de casa, libro, caja de labores, tabla de pesas y medidas, y mujer. Podía escribir un ensayito sobre cualquier tema, ocupando siempre una carilla, desde la esquina superior izquierda hasta la esquina superior derecha, y el ensayo se ajustaría estrictamente a las reglas. Si Mr. Headstone le hubiese dirigido una propuesta de matrimonio por escrito, ella probablemente le habría respondido con un ensayito completo de exactamente una carilla de largo, pero ciertamente le habría contestado que sí. Porque lo amaba. El muy decente pañuelo en torno a su cuello que protegía su muy decente reloj de plata era objeto de envidia para ella. Así hubiese querido rodear su cuello y protegerlo. Pero él, indiferente. Porque no amaba a Miss Peecher.
La pupila favorita de Miss Peecher, que la asistía en las tareas domésticas, la ayudaba volviendo a llenar la regaderita, y había adivinado lo suficiente del estado afectivo de Miss Peecher como para sentir la obligación de amar a su vez al joven Hexam. De modo que hubo un doble palpitar entre las raíces y las flores cuando el maestro y el muchacho se asomaron por encima de la verja.
-Bonito atardecer, Miss Peecher -dijo el Maestro.
-Muy bonito atardecer, Mr. Headstone -dijo Miss Peecher-. ¿Va a dar un paseo?
-Hexam y yo vamos a dar un paseo largo.
-Un tiempo encantador -observó Miss Peecher- para dar paseos largos.
-El nuestro se debe más a negocios que a placer -dijo el Maestro. Miss Peecher dio vuelta la regadera, sacudió con mucho cuidado para que cayesen sobre la flor hasta las últimas gotas, como si hubiese en ellas alguna virtud especial que haría crecer unas habas de Juanito a la mañana siguiente, y llamó a su pupila (que estaba hablando con el muchacho) para que volviese a llenarla.
-Buenas noches, Miss Peecher -dijo el Maestro.
-Buenas noches, Mr. Headstone -dijo la Maestra.
A esta altura de su carrera escolar, la pupila estaba tan imbuida en la costumbre de levantar una mano (como quien hace señas a un ómnibus) cada vez que le venía a la cabeza alguna observación que quería hacer a Miss Peecher, que a menudo lo hacía también en sus relaciones domésticas; y así alzó ahora la mano.
-¿Sí, Mary Anne? -dijo Miss Peecher.
-Con su permiso, señorita, Hexam dijo que iban a ver a su hermana.
-Pero no puede ser, creo -contestó Miss Peecher-, porque no es posible que Mr. Headstone tenga ningún negocio con ella.
Mary Anne volvió a saludar.
-¿Sí, Mary Anne?
-Con su permiso, señorita, ¿tal vez sean negocios de Hexam?
-Eso sí puede ser -dijo Miss Peecher-. No se me había ocurrido. No es que tenga importancia, por supuesto.
Mary Anne volvió a saludar.
-¿Sí, Mary Anne?
-Dicen que es muy bonita.
-¡Oh, Mary Anne, Mary Anne! -contestó Miss Peecher, sonrojándose un poco y meneando la cabeza, con un toque de mal humor-, ¿cuántas veces te he dicho que no uses esa expresión vaga, que no hables en términos tan generales? Cuando dices "dicen" sobreentiendes un "ellos", pero ¿a qué te refieres? ¿Qué parte de la oración es "ellos"?
Mary Anne enganchó por detrás su brazo derecho con la mano izquierda, como cuando daba la lección, y replicó:
-Pronombre personal.
-¿Y qué persona es "ellos"?
-Tercera persona.
-¿Número de "ellos"?
-Plural.
-Entonces, si es plural, ¿a cuántos te refieres, Mary Anne? ¿Dos? ¿Más de dos?
-Con su perdón, señorita -dijo Mary Anne, desconcertada ahora que se ponía a pensar en ello-, pero creo que no me refiero más que a su propio hermano. -Así dijo, y desenganchó el brazo.
-Lo suponía -dijo Miss Peecher, volviendo a sonreir-. Ahora, por favor, Mary Anne, ten cuidado la próxima vez. Porque "él dice" es algo muy distinto de "ellos dicen". ¿Y la diferencia entre "él dice" y "ellos dicen" es...?
De inmediato, Mary Anne volvió a enganchar por detrás el brazo derecho con la mano izquierda (pose absolutamente imprescindible para situaciones como ésta) y replicó:
-Uno es tercera persona del singular del presente de indicativo de la voz activa del verbo "decir". El otro es tercera persona del plural del presente de indicativo de la voz activa del verbo "decir".
-¿Y por qué es voz activa, Mary Anne?
-Porque rige un pronombre en caso acusativo, Miss Peecher.
-Muy, muy bien -observó Miss Peecher-. De hecho, no podrías haberlo dicho mejor. La próxima vez no te olvides de aplicarlo, Mary Anne. -Dicho esto, Miss Peecher terminó de regar las flores y entró en su pequeña residencia oficial, refrescó en su memoria los principales ríos y montañas del mundo, con ancho, largo y profundidad, antes de sentarse a tomar las medidas para un vestido que pensaba ocupar personalmente.

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(1) Por supuesto, indirectamente todos los libros hablan de Dickens.

(2) Luego dejó The Mystery of Edwin Drood inconcluso, para desesperación de las generaciones posteriores, que al día de hoy no han dejado de preguntarse dónde está el misterio.

(3) No creo que lo hubiese hecho, de todos modos.

Ilustraciones de Luke Fildes (1843-1918): Applicants to a Casual Ward (un detalle de ésta se usa en la edición de Penguin), The Doctor, Houseless and Hungry (grabado, en realidad una variante del primer cuadro) y Motherless.

1 comentario:

  1. ¨(1) Por supuesto, indirectamente todos los libros hablan de Dickens.¨


    :P

    Gaeren

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