jueves, 1 de septiembre de 2011

El único defecto que tiene el lenguaje

En 1870 el poeta argentino Estanislao del Campo (1834-1880) publicó la primera edición de sus Poesías, que incluía entre otras cosas su famoso Fausto criollo, que data de 1866. El tomo recibió de inmediato una atención extraordinaria de la crítica local. A continuación citamos algunos pasajes de la reseña que hizo el médico y también escritor Eduardo Wilde (1844-1913) en la Revista Arjentina de mayo de 1870. Mantenemos la ortografía del original.

Dejemos por un momento los enfermos del cuerpo que un enfermo del alma viene á nuestra puerta.

Los poetas todos que llenan de armonias dulcísimas el mundo de las ideas, tienen indudablemente algo de mas ó algo de menos que los otros hombres. La poesia es una enfermedad de la intelijencia, un estado anormal del pensamiento, pero tiene, como lo fantástico, la belleza de las iluciones y la utilidad del lujo.

No es lo natural por cierto espresar las ideas en poesia; la imajinacion que crea esas espresiones tiene que esforzarse en recortar pensamientos, en remendar ideas, en alargar conceptos ó cercenar juicios.

La poesia resulta de los juegos y combinaciones de palabras, como las composiciones en las imprentas de la eleccion de los tipos.

Lo natural es que se piense en prosa, pero la prosa torturada, añadida, estirada, sorprendida, trastornada, revuelta y desglosada, puede dar lugar á la poesia.

Para ser poeta es necesario conseguir espresar con la mayor dificultad posible, exactamente todo aquello que no se tiene la intencion de decir.

La poesia es pues la manera de presentar siempre ó casi siempre pensamientos contra hechos. Es el modo de espresar mal una mínima parte de un todo que se pudiera haber dicho perfectamente bien.

Un amigo mio cada vez que lee un verso admisible y que contiene alguna idea, esclama «¡que lástima que este verso no esté en prosa!»

Para un verso que sale espontaneamente hay mil que han sufrido todas las torturas imajinables.

Cuando veo hacer versos me imajino asistir á la fabricacion del alambre; allí el lenguaje pasa por una hilera finísima donde el pobre deja su pellejo.

La poesia resulta de la tortura del pensamiento en una cárcel de palabras.

La espontaneidad en la poesia es rarisima, y los poetas de nacimiento tienen á mi modo de ver, una hiperjenesis de los órganos del pensamiento de lo cual resulta un desarreglo intelectual

Los tiempos en los caules la poesia abunda en todos los pueblos, son los tiempos primitivos, las épocas próximas al nacimiento.

De manera que escudriñando la historia se puede desglosar de ella este principio.

«Cuanto menos industria mas poesia.»

O lo que vale lo mismo «cuanta mas jente desocupada mas poetas.»

Para ser poeta se necesita tener tiempo de sobra; lo mismo para gastar lujo es necesario tener dinero demás.

La poesia pues como el lujo entra en la categoria de las cosas superfluas.

Escusado es discutir sobre su utilidad como lo hacen algunos.

Los que quieren encontrarle utilidad á todo lo que hay en el mundo son unos visionarios.

No solo hay sobre esta tierra cosas completamente inútiles sino que las hay hasta perjudiciales.

«Dios no ha creado nada sin su fin» es un pensamiento de gran boga entre los seminaristas; pero para los demás mortales, es un hecho que hay varias cosas creadas por el mismísimo Dios, con las cuales no ha de haber tenido otra mira que la de mortificarnos.

La utilidad de la poesia es semejante á la de las pulgas, de los mosquitos y otras sabandijas.

Para mi el único defecto que tiene el lenguaje es el de prestarse á la poesia.

Pero ya que desgraciadamente ella existe en el mundo á par de otros males, conformémonos con nuestra suerte y busquemos qué clase de sentimiento inspiran los poetas.

A mí me inspiran compasion, y cada vez que sé que una persona que aprecio hace bellos versos, me veo tentado á esclamar «¡pobre, tan estimable por todo, pero poeta!»

Otros admiran á los poetas y se encantan con los dulcísimos acordes de su lira.

Algunos piensan que ellos son seres sublimes dotados de una sensibilidad esquisita y una alma grande como el espacio y elevada como las estrellas fijas.

Estos suelen tener razon. Verdaderamente hay poetas que suelen escribir bellezas tales, que bien merecian estar en prosa. En esas obras inmortales, el grandioso pensamiento ha salido á luz á pesar de la poesia, ¡cuan luminoso y encantador no se habria mostrado si hubiera venido por los rectos é fáciles caminos de la prosa.

Necesario es confesar sin embargo que el hombre es dado á lo fantástico, á lo misterioso y á lo increible por via de divagacion, y que no es raro en él, teniendo estas condiciones, que alguna vez piense en poesia, como se piensa en la realidad del horizonte y se dá existencia sólida y corpórea al cielo azul que nos rodea.

Vivimos actualmente en un época de materialismo, y hacemos muy bien, á mi modo de ver.

Los ferrocarriles y las fábricas manufactureras han reemplazado con ventaja á los idilios y los sonetos.

Ahora se piensa mas en encontrar la solucion a un problema mecánico, que en hallar un consonante para concluir felizmente un verso.

Todo esto está en armonía con las necesidades del hombre y con las urjencias sociales.

Hay actualmente menos soñadores porque hay mas hambre; la prosa abunda porque las necesidades del estómago se han vuelto mas apremiantes que las del corazon.

Antes se destinaba al trabajo el tiempo que le sobraba al amor; ahora el amor es un detalle un accidente del trabajo.

Y no es por cierto muy á propósito para inspirar cantos amorosos ver desembarcar carbon de piedra ó colocar caños para el alumbrado á gas.

En fin, no es tiempo de poetas!

La fabricacion de poemas se ha hecho muy dificil y apenas si se encuentra en el mundo uno que otro filósofo descarriado que se dedique á esa especie de comercio!

La razon principal de este decaimiento poético es que en la Bolsa no se cotizan versos sino cueros, á causa de que los cueros se venden mas y mas caros que los versos y satisfacen mejor las exijencias del cuerpo.

Aquí, sino fuera una barbaridad, podia decirse que el cuerpo se ha trepado sobre el alma.

Un poeta arjentino al apreciar las obras de Estanislao del Campo, ha dicho que la poesía sublime y elevada escasea por que no hay grandes acontecimientos políticos que contar, pero para nosotros esa no es la verdadera razon.

Las guerras heróicas y las santas revoluciones de los pueblos pueden dar ocasion á poemas épicos, pero la poesía no se encierra toda en ellas.

La verdadera poesía ha comenzado por cantar sentimientos y por tomar como elemento de sus obras los suaves impulsos de un corazon enamorado.

Adan debió ser poeta, pero poeta en prosa, cuando solo, en el paraiso, bajo la sombra de los árboles y sobre un piso de flores, declaró á Eva su amor y sus antojos.

La poesía no necesita salir al mundo para encontrar su esfera de accion; en cada sentimiento, en cada impulso del corazon hay un millon de poemas.

La compasion, el amor, la tristeza, el ódio, los celos, la ambicion y cuanto sentimiento puro ó compuesto pone al hombre en relacion con sus semejantes, es un manantial de poesía.

Y francamente quizá los únicos poetas que tienen un lejítimo derecho á hacerse perdonar sus versos, son los que cantan el amor y los sentimientos tiernos.

La poesía si fuera un lenguaje fácil y admisible, seria el lenguaje propio para hablar á las mujeres.

Ellas, las pobres, son débiles de espíritu, y afectas por consiguiente á desear lo que no entienden y admirar aquello cuyo significado no conocen.

La poesía en estos casos gusta como la música. Cuanto menos músico es uno tantas mas piezas le agradan, precisamente por que uno no las entiende.

Tiene la poesía otro atractivo mas; el atractivo de lo ilejítimo y anormal.

Hablar en prosa es común y fácil; hablar en verso es imposible, y el que tomándose el tiempo necesario, para producir, produce algun verso agradable, sonoro y que retrata algun sentimiento delicado, ha puesto una pica en Flandes.

Las mujeres son de suyo caprichosas, y amoldan perfectamente á su espíritu y á sus gustos, la poesia, que no es mas que un capricho de la prosa.

Por eso es mas comun que una mujer se enamore de un poeta que de un sábio, precisamente por que le gusta mas lo que brilla mucho y seduce desde luego á los sentidos ó roza suavemente los sentimientos mas comunes, que aquello que dirije sus toques á lo mas profundo del alma ó á lo mas esquisito y delicado del pensamiento.

Cual es el mejor poeta, es lo mas dificil de decir y quizá lo mas fácil de saber en cada caso especial.

El juicio sobre los poetas no debe hacerse jamás en jeneral ni en conjunto, porque cada uno de ellos presenta una faz distinta y cualidades especiales que no pueden compararse con las de otro, y que por consiguiente, no son suceptibles de admitir la misma medida, ni una aislada de aquellas con que el juicio y el gusto aprecian las diferentes clases de literatura.

El poeta que gusta mas hoy no será el mas preferido mañana, por que los juicios como los sentimientos cambian con las circunstancias del espíritu.

De este modo se esplica como lo que nos ha seducido tanto en un momento dado, segun la impresion que nos dominaba, nos parece frio y pálido cuando lo apreciamos en otra escena y bajo diferentes impresiones.

El mejor poeta es ninguno, porque es aquel que se lee con mas gusto, y no hay un tipo de gusto clásico en poesia ni en ninguna otra cosa que se dirija ó se destine á sentimientos.

Un autor respetabilísimo dice que el mejor poeta es aquel cuyos versos lleva el viajero de buen gusto en el bolsillo de su paletot, para leerlos durante el viaje.

La definicion seria perfecta si se supiera cual es el viajero de buen gusto, pero saber esto es tan dificil como saber cuál es el mejor poeta.

No averiguemos, pues, cual es el poeta preferible y admitamos que hay poetas conforme hay desgracias sublimes.

El artículo sigue y sigue, con la crítica específica de los poemas contenidos en el libro. Para Wilde, la diferencia entre el poeta espartano Tirteo y Del Campo es que el primero cantaba para que le pagaran, y el segundo paga para cantar. Pero termina con este simpático consejo, que "vale un Perú":

Si usted quiere ser un gran poéta, no se preocupe ni de la gramática, ni de la retórica ni de la filosofia escolástica.

Lord Byron que es el menos repugnante de todos los poétas, es decir el gefe de la poesía universal, no hizo sino dos cosas para subir á tan encumbrado sitio:

1.º Aumentar el idioma ingles con un sin número de palabras i construcciones nuevas que inventó.

2.º Convencerse profundamente de que todos los hombres eran unos canallas, de que no lo eran menos las mujeres i de que el corazon humano era poco menos que una inmundicia.

Pues bien, haga usted lo mismo; ríase de la academia española i trate como merece á esta pobre humanidad de la que forma una misera parte un su amigo que lo compadece sínceramente, habiéndose llegado á convencer de que usted tiene el gravísimo inconveniente i la incomparable desgracia de ser poéta.

Recomendamos, en fin, leer el artículo completo aquí.

VOCABULARIO
para la correcta comprensión del texto precedente

paletot. Ésta es una palabra francesa, definida como "vêtement d'homme, moins souvent de femme ou d'enfant, boutonné par devant, à poches plaquées, généralement assez court, que l'on porte sur les autres vêtements" (ATILF).

En nuestro idioma tiene algunas formas emparentadas que el DRAE da por separado con significados distintos:

paletó. (Del fr. paletot). 1. m. Gabán de paño grueso, largo y entallado, pero sin faldas como el levitón.

paltó. 1. m. Ven. Chaqueta o americana.

paletoque. (Del fr. ant. paltoke). 1. m. p. us. Capotillo de dos haldas largo hasta las rodillas y sin mangas.

La dos primeras son evidentemente adaptaciones del francés, en forma y sentido; de la época en que aparentemente era obligatorio no sólo hablar sino también vestirse a la francesa. Puede leerse mucho sobre su adopción en esta interesante tesis sobre el léxico de la indumentaria durante el siglo XIX, págs. 246-50, 1071 y sigs.

La tercera fue más o menos usual en los siglos XV y XVI, y si bien es cierto que su origen inmediato debe ser (como dice el DRAE) el francés, en esta lengua parece haber sido un préstamo del inglés medio, donde paltok está documentado en 1350. Pero no se puede ir mucho más allá: F. Diez sugirió que el primer componente podía estar relacionado con el latín pallium y el segundo con lo que dio en nuestra lengua "toca", que puede tener origen árabe o celta y que alguna vez podría haber designado una capucha. Pero habría que asumir que el paltock, palletot, palt-rok (Du Cange), paletoque incluyó alguna vez una parte que cubría la cabeza, de lo que se perdió todo rastro salvo quizás en el nombre. Eso ya es mucho suponer.

jueves, 21 de julio de 2011

Prefijos mal llevados

No solemos en este blog hacer comentarios de actualidad, ni postear respuestas a discusiones que tienen lugar en otros foros, ni tampoco tenemos por costumbre tratar cuestiones de normativa lingüística.

Hablando mal y pronto (o malhablando de prisa), no solemos hacer gran cosa.

Hace unos meses circuló por la red un descubrimiento muy curioso: la imposibilidad de representar por escrito el imperativo de segunda persona del singular del verbo "salir" con un pronombre de tercera persona enclítico; es decir "sal" + "le(s)". La cuestión, como se explica bien y discute en extenso aquí, está en que la unión de la "l" final de uno y la inicial de otro forma el dígrafo "ll", que representa regularmente un sonido propio (palatal) y no se presta a ser leído como "l" geminada, como el sonido de la doble "n" de "innato" por ejemplo. Dicho de otro modo: que al escribir "Salle al paso" (lo que en castellano voseante sería "salile al paso") lo representado parece más bien [sa.lle.al.pa.so] y no [sal.le.al.pa.so]. [1]

El tema causó alboroto porque lo recogió un periódico de amplia distribución aquí, de modo que todo el mundo [2] se lanzó a opinar. Hubo dos corrientes: los que entendían que se trataba de buscar una forma correcta ("sálele", "salile", "salidle", "sarle", "sadle", etc.) para reemplazar la que causaba inconvenientes [3], y los que vieron el verdadero problema, a saber, que es posible en el uso oral una forma para la que la ortografía no tiene una solución. En esta segunda corriente se propusieron varias alternativas: "sal•le", "sal-le", "sal'le" etc.

[Lo cual recuerda la dificultad con que se enfrentaron algunos traductores de griego cuando tuvieron que adaptar al castellano el nombre de Ὕλλος, hijo de Heracles, que naturalmente tendría que ser "Hilo", y así lo traducen muchos, como en la versión en nuestro idioma del Diccionario de P. Grimal; pero a algunos que tradujeron Las Traquinias de Sófocles evidentemente les sonó mal la coincidencia con el sustantivo "hilo", y recurrieron a cosas como "Hillo" (José Mª Aguado) o "Hil-lo" (Alemany y Bolufer).]

En este contexto, y sin tomar partido [4], me puse a pensar si no habría otras circunstancias en que la norma ortográfica de nuestra lengua no llega a resolver del todo algunos grupos consonánticos. Con esto me refiero a aquella ventaja de que los hispanohablantes siempre nos hemos mostrado orgullosos, especialmente cuando debemos tratar de aprender inglés: que en una palabra escrita la grafía siempre nos da una idea exacta de la pronunciación, aun cuando no conozcamos la palabra o no la hayamos oído en la oralidad.

Esta ventaja se diluye en dos casos bien conocidos, relacionados con la "r" vibrante múltiple:

a) Los compuestos de prefijo terminado en "r" (simple) y una palabra que empieza con "r" (múltiple), como "hiperrealismo". La nueva Ortografía de la RAE dice que en esas circunstancias el grupo "rr" puede comportarse como un dígrafo (la "rr" normal, [hi.pe.rre.a.lís.mo]), o puede existir de hecho "una frontera silábica entre las dos erres, de modo que la primera represente el el fonema vibrante simple y la segunda el vibrante múltiple: [hi.per.rre.a.lís.mo]" (p. 118). Según cómo se plantee la cuestión, entonces, puede haber una situación paralela a la de arriba, en el sentido de que la ortografía no hace explícita una u otra pronunciación. Pero en este caso y probablemente en todos los existentes de este tipo la ambigüedad es irrelevante, porque las dos posibilidades fónicas son igualmente válidas, sin que cambie esencialmente la palabra.

b) Desde un punto de vista más amplio, las palabras con prefijo o primer elemento componente terminado en "b/c/d/f/g/k/p/t" y una palabra que empieza con "r" presentan el mismo problema, pues existe la mencionada frontera silábica que indica que la primera consonante pertenece a una sílaba y la "r" a otra, de modo que la última mantiene su pronunciación múltiple: "subrayar", "postromántico", etc. (se pronuncia [sub.rra.yar] y no [su.bra.yar]). La situación es también similar, pero con un agravante: uno no siempre es consciente de que se halla ante una palabra prefijada o compuesta, y como a veces uno está expuesto a una palabra principal o exclusivamente por medio de la escritura es posible que la haya incorporado según lo que su intuición le dictó al momento de leerla. Hice una pequeña encuesta entre conocidos, y resultó que los más creían que la pronunciación correcta de "subrepticio" era [su.brep.ti.cio] y no [sub.rrep.ti.cio]. El caso de "abrogar" presenta aun peor dificultad, porque para la mayoría de nosotros definitivamente no es una palabra de uso oral cotidiano. Pero "abrogo" se dice [ab.rro.go], por más que "abrojo" sea [a.bro.jo] [5].

Y ni siquiera alcanza con detectar la presencia de un prefijo para darse cuenta de que la vibrante debe pronunciarse múltiple como si fuese inicial, pero a veces el uso ha sancionado la pronunciación simple, perdida ya la conciencia del prefijo; tal es el caso de "abrupto", que se pronuncia siempre [a.brup.to].

Por supuesto, lo que ha unido el destino de la "l" y la "r" en este post, lo que emparenta sus situaciones respectivas, es el hecho de que nuestra lengua use la grafía doble para representar un sonido distinto del geminado. Esto tiene una razón histórica: en un momento de su evolución, el castellano transformó de algún modo prácticamente todas las consonantes geminadas del latín, simplificando mm, tt, cc y demás (p.ej. vitta > "veta"), palatalizando nn y ll (canna > "caña") y haciendo múltiple la vibración de rr (terra > "tierra"). En el caso de la "rr" y la "ll" las grafías dobles se mantuvieron con su nuevo valor. (Para "nn", en cambio, terminó imponiéndose la forma con virgulilla, que originalmente no era más que un símbolo de abreviación.) Esto fue posible porque con estos cambios fonéticos dejaron de existir las geminadas propiamente dichas, y con ello las grafías dobles quedaron libres para representar los sonidos nuevos, sin ambigüedad. Sin embargo, cuando reaparecieron las geminadas de modo secundario, en cultismos y sobre todo en palabras compuestas y afijadas (a lo que hay que incluir enclíticos como "déjennos"), nació la posibilidad latente de una confusión, que terminó aflorando en el tema que vamos tratando. Es decir, para que se diera el debate en torno a "salle" confluyeron la formación excepcional de imperativo apocopado "sal" (en vez de "sale") con la necesidad de distinguir entre la representacion de la "ll" palatal y la geminada.

La Ortografía, de paso, da en su página 174 el texto exacto con que la Academia respondió a la consulta de UAUC: "La interpretación forzosa...". Originalmente pensé que la Academia había elaborado la respuesta específicamente para esa consulta, pero evidentemente la duda ya había surgido antes.

Pero lo que yo quería encontrar era un caso similar al del choque de las "l". No podía venir por el lado de los verbos, porque el imperativo apocopado "sal" es el único existente terminado en "l" [6]. Pero tenemos algunos prefijos o componentes comunes terminados en "l", y es interesante observar qué les ha sucedido al encontrarse con palabras comenzadas en "l". Se trata de "mal-" y "mil-".

Voy a desechar el segundo, que aparece en compuestos como "milhojas", "milpiés", "milrayas", simplemente porque no encontré ningún caso con "l" inicial.

"mal-" a primera vista no parece de los prefijos más comunes, pero tiene muchísimos derivados, recientes o no, tanto verbos ("malvender", "malbaratar", "malherir"), como sustantivos ("malcaso", "malpaís"), adjetivos ("malsano"), locuciones ("amalaya") y un grupo grande de adjetivos deverbales y denominales ("malmaridada", "malparido", "malhumorado", "malmirado", "malcarado", "maloliente", "malparado" etc. etc.). Sigue siendo productivo en varias de estas categorías.

La Nueva Gramática de la RAE trata estas formaciones entre los compuestos (11.9f-h, 7.1b-c), pero creo que el único lugar donde ataca el problema fonológico/ortográfico de la composición con "l" inicial es en la sección de prefijos (10.3a): "Cuando coinciden la consonante final de un prefijo o una base compositiva y la inicial de una raíz, se da la reducción consonántica, como en "malograr" (no **mallograr), transiberiano (no **transsiberiano)".

Hojeando el diccionario no encuentro otro caso de "mal + l" que "malograr", y eso me obliga a preguntarme si no se habrán evitado inconscientemente estas composiciones precisamente por la dificultad que entrañaban. Imposible saberlo con certeza.

Pero "malograr" es especialmente ilustrativo porque históricamente no fue ésa la primera solución: Bartolomé de Torres Naharro (siglo XVI) escribe "mallogrado". A simple vista no se sabe si pronunciaría [mal.logrado] o con palatal, pero como en este verbo el grupo evolucionó a una "l" simple se puede suponer que se usaba una geminada que no se palatalizó después, ya sea porque la época de la palatalización había terminado o por presión del prefijo todavía analizable.

Cuando falta la venerable tradición multisecular de la lengua para encontrar otros ejemplos, viene en nuestro auxilio internet, donde la virtual gratuidad de la comunicación ha dado lugar inexorablemente a una laxitud inconcebible treinta años atrás en materia de escritura. "En internet está todo", empezando por registros de los usos más extraños o idiosincráticos, traducidos casi sin intermediarios de la lengua oral, accesibles instantáneamente a cualquiera que tenga ojos para ver. Se encuentran, por ejemplo, usos esporádicos del prefijo "mal" en las circunstancias que nos interesan. Veamos algunos:

malleer (aparentemente "leer mal, por encima, al descuido"): "según he leido, o malleido en ingles en alguna página", "la naturaleza de mi curro me hacia malleer demasiado", "mas que malinterpretar malleer o maltomar", "le han criticado sin apenas malleer 1 ó 2 de sus obras"... Alguno de los ejemplos puede ser un error de tipeo, pero en general lo probable que quienes escriben no se detengan a pensar que la grafía implica una pronunciación distinta de la que están imaginando. Yo al menos no tendría problema en usar "malleer" (pronunciado [mal.le.er]) en la lengua hablada.

mallavar ("lavar mal, sin demasiado cuidado"): "Pues para malsellar y mallavar, segun tu dices, el coche tiene muy buena pinta".

mallimpiar (muy similar al anterior): "solo sirve para mallimpiar casas".

mallenguado (= "malhablado"): "tengo un lenguaje que hace enrojecer a cualquier 'mallenguado'", "el Adanero socarrón, mordaz, mal-lenguado" - en este último el que escribía probablemente percibió el problema y lo resolvió con un guión.

mallechismo (actitud propia del "mala leche"): "se le contagio el mallechismo de Rossi".

Lo que emparenta a todos estos términos es que la gente los identifica como palabras únicas, al mismo nivel que "malvender" o "malsellar"; sobre todo, que tienen un único acento ([mal.le.ér] y no [mál le.ér]), que es el criterio principal para escribirlo así. (La nueva Ortografía, p. 549, dice con respecto a "malhumor" en vez de "mal humor": "La grafía univerbal se justifica por la tendencia del primer elemento a perder su acento: [malumór], más que [mál umór]"). En todos los casos citados arriba no cabe duda que sus autores dirían [l.l]: [mal.la.vár], [mal.le.chís.mo], etc.

Por supuesto, en todo esto estamos pisando las periferias de la lengua y la ortografía. Pero aunque se trate de lexicalizaciones recientes o marginales, con todo son más frecuentes que el "salle" que hizo saltar el tema; en el sentido de que se encuentran casos de uso recurriendo a Google, mientras que "salle" sólo ha aparecido en aquella interesante discusión lingüística.

Y todavía queda un caso que en mi opinión representa el non plus ultra: el prefijo "mal-" antepuesto a una palabra que comienza con "ll" (palatal). En mi país (Argentina) al menos existe; es el mencionado aquí.

En efecto, "mal llevado" (= "maleducado, de mal carácter") se pronuncia indistintamente [mál lle.vá.do] o [mal.lle.vá.do], de modo que debería poder aplicarse la misma regla y escribir "malllevado"... que aunque parezca increíble se lee en la web: "para los q piensan q soy una malllevada", "me pareces un chico muy malllevado", etc. [7]

Lo más común, por supuesto, es que se escriba "mal llevado", independientemente de la pronunciación, porque aun al más descuidado le suena raro tener tres "l" seguidas. Pero son demasiado comunes las grafías univerbales, con sólo dos "l": "voy a intentar no ser tan mallevado", "es medio engreído y bastante mallevado", "eso ya es como ser medio mallevado". En regiones lleístas (p.ej. el litoral argentino) es natural que esto represente una pérdida de la "l" [ma.lle.vá.do], pero en lugares como Buenos Aires definitivamente no: allí la (desagradable) norma es pronunciar "ll" como "sh", y el término en cuestión suena "malshevado". En Córdoba de Argentina, en cambio, la pronunciación corriente es "malievado", a todas luces mucho más eufónica.

* * *

A modo de cierre: habiendo sido puesta en evidencia una posible limitación del sistema ortográfico castellano, con un poco de fuerza hemos logrado llevarla más allá de la palabra individual ("salle") a una categoría mayor, la de los prefijos en "-l" ante núcleos en "l-" (y "ll-"). Esto podría ser importante, porque la regulación se justifica tanto más cuanto puede aplicarse no sólo a la forma fosilizada "sal(le)" sino a un grupo abierto, como será el de marras si se entiende que "mal-" es productivo hoy.

No creo, sin embargo, que la cuestión dé para tanto. Ya admitimos que los casos de "mal-" son marginales, y que "sal(le)" lo es aun más, como puede comprobar cualquiera que trate de explicar a quien no esté en tema dónde reside exactamente la dificultad. Para que la normativa no se convierta en un laberinto de reglas ad hoc y excepciones, se debe hacer sobre la observación de los hechos en un contexto amplio, tratando de capturar las tendencias y los patrones subyacentes a la casuística. Si de ello resulta que la ortografía necesita una regla para la representación de la "ll" geminada (en todos los casos producto de la afijación, según parece), bienvenida sea; mi voto, por ahora, está simplemente con "salle" y "malleer".

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[1] Creo que el lugar donde primero y con más gracia se planteó la cuestión en la web fue este post futbolero. La popularidad, sin embargo, la dio su aparición en UAUC, en cuya ristra de comentarios hay discusiones muy interesantes en torno a las alternativas "sarle", "sadle", "sálele".

[2] Es decir, la gente que tiene una conexión a internet y tiempo para estas cosas.

[3] Llegando a los extremos de dudar si la expresión en sí era correcta; por ejemplo, se argumentó en alguna ocasión que debería decirse "sal a su paso" porque "salir" es intransitivo y por lo tanto "no se construye con complemento directo" (citado de "Diccionario de los usos correctos del español" de Serrano Redonnet y Zorrilla de Rodríguez). De más está decir que en "salirle al paso" no hay ningún complemento directo.

[4] Aunque si tuviera que hacerlo escribiría simplemente "salle".

[5] "Abrogo" y no "abruego" porque, aun siendo derivado de "rogar", es cultismo. "Abrojo" con una pronunciación [ab.rro.jo] podría ser un compuesto de *"rojar" emparentado con "sonrojarse", pero no existe.

[6] En algún momento existió "val" como imperativo de "valer", pero hoy no creo que subsista. También hubo alguna vez "sobresal", aunque el DRAE hoy dé como única forma correcta "sobresale".

[7] Téngase en cuenta que el "mallevar" de 1530 que aparece en el CORDE significa "tomar en préstamo", y proviene aparentemente de manu levare; véase aquí (de donde, dicho sea de paso, Leo Spitzer sugiere que proviene nuestro "malevo").

martes, 19 de julio de 2011

El vesre como puerta de ingreso a la Metamétrica de Caramuel

Se sabe que el vesre silábico, considerado en la actualidad como propio del castellano rioplatense (y peruano), tiene antecedentes documentados en el Siglo de Oro español, y uno de sus ejemplos más conocidos es do(c)tor -> tordo en Góngora.

En la primera parte de su extenso tratado Primus Calamus, el polígrafo español Juan Caramuel y Lobkowitz (1606-1682) menciona y explica estas curiosas formaciones dentro de su apartado sobre el "Apolo retrógrado", que entre muchas otras tiene las tres musas Literaria, Silabaria y Diccionaria. Estas tres diosas inspiran respectivamente los palíndromos por letra, por sílaba o por palabra. Dice sobre la segunda:

AVDEREM dicere facilius poſſe fieri carmina regredientia per literas, quàm per ſyllabas: nam Literaria multa dedimus, & pauca ſumus daturi Syllabaria. Hanc ego regreſſionem apud Hiſpanos reperi, & ad Latinos tranſtuli. D. Ludouicus de Gongora, Poëta celeber, iterum, iterumq; nomen Doctor ſyllabatim inuertit: Do carmina.

   Bien dixo, que Tordo es
   Vn Dotorcillo hablador,
   Cierto ingenio Cordoues:
   Porq quien dixo Dotor,
   
Tordo dixo del reues.

Et iterum.

   Ya que lo ſoy de la haz,
   Hazedme de reues
Tordo;
   
Dotor digo. y ſea una vorla
   Giralda del Capitolio.

Pentaſtichum eſt ex Gongoræ Comædiâ, quę inſcribitur El Dottor Carlino: Tetraſtichum ex iocis (nempe, del Romance segundo burlesco.) vbi vides nomen Do-tor redire ſyllabatim in Tor-do Sic etiam Tha-ur tranſit in Hurta; Mon-ja in ja-mon; & apud Latinos Ro-ma in Ma-ro; Mo-ra in Ra-mo, &c. Arte iam intellectâ, aliqua exempla ſubiungamus.

   Sis De-a Te-myr-a; vi-ſis vi-a myr-te-a de-ſis.
      Res fe-ra ſi va-no mi no-ua ſi-ra fe-res.

Materiam laudo, & imitandam Lectori ſtudioſo propono; damno sensum, ſi damnari ille poteſt, qui nullus. Et eadem censurâ inuro lineas iſtas ſequentes.

   Di-ui-no mi-ſe-ras ho-rto ho-ras ſe-mi-no; vi-di,
      O-re re-fer-re (de-cor! cor-de de-fer-re) re-o.

Summâ reducendi ſyllabas difficultate perterritus, mallem vnicam vrgere dictionem, & ſyllabatim ſcindere, quàm integra carmina texere. Dabo vnum, aut alterum exemplum, Gongoram imitatus.

   NA-VA-LIS LIS-VA-NA.

   Lite agis in terrâ, & bona tandem cauſa triumphat;
      Et litem, haud vanam lucra fuiſſe probant.
   Lite agis in pelago, tamen eſt ibi vana (Philarde)
      Navalis lis. Hoc certa pericla probant.

El libro de Caramuel tiene que resultar apasionante para cualquiera que tenga un interés poético-lúdico por el uso de la lengua. Puede verse una buena versión digitalizada del original en Google Books (I Metametrica, II Rhythmica). En 2007 se tradujo por primera vez a nuestra lengua la segunda parte; véase aquí y aquí. En la p. 8 del prólogo los traductores parecen sugerir una futura versión de la primera parte ("...hemos querido comenzar por la Rhythmica..."), ante lo cual no podemos sino ilusionarnos. Por lo demás, en 1981 se tradujeron y publicaron por separado los Laberintos de la Metamétrica.

Citemos a E. Díez Echarri, Teorías métricas del Siglo de Oro (Madrid 1949), págs. 88-90; según el panorama que presenta, la muestra que acabamos de citar no es más que una punta del ovillo caramueliano:

Se compone esta enciclopedia métrica de dos partes distintas; una de ellas, la Metamétrica, que se diría escrita por un cerebro genial, pero desequilibrado; tal es la maraña de combinaciones cabalísticas que llenan sus páginas [...] Es la elucubración de un loco genial. Sin duda, a esta parte del Primus Calamus se refiere Menéndez Pelayo cuando dice que "es libro farragoso y desordenadísimo". El pobre Vicens, adicionador de Rengifo, con sus sonetos, que se pueden leer de cincuenta maneras, queda así empequeñecido. Los mismos árabes, con sus extrañas recetas de la aliteración idéntica, suficiente, compuesta, alargada, aproximada, invertida, contigua; con sus versos de triple rima y sus enigmas y logogrifos por métodos facilitantes, productivos, perfectos y accesorios, resultan pigmeos ante este gigante de la cábala métrica, que nos presenta versos latinos, griegos y hasta chinos, susceptibles de leerse de miles y miles de maneras. Todos los alardes de Alvaro de Brito, el portugués que consagró a los Reyes Católicos unas coplas en que las palabras de cada estrofa empezaban con la misma letra y se podían leer de sesenta y cuatro maneras; toda la destreza del humanista Publio Porcio que, haciendo honor a su nombre, compuso un poema latino titulado Pugna Porcorum, en que todas las palabras empiezan por P e imitan onomatopéyicamente el gruñido de los cerdos; todas las combinaciones de Pedro Compostelano en los exámetros de su tratado De Consolatione Rationis, quedan palidecidas ante la Matemétrica [sic] de Caramuel.

Dudo que ningún país pueda ofrecer un espécimen semejante. Ni siquiera las raras composiciones de un Simmias de Rodas, que adoptan en el aspecto gráfico formas de huevo, alas, segur y otros instrumentos análogos. El que se sienta con fuerza para internarse por aquella inextricable selva de "Labyrinthos", Cábalas y Esferas, en cuyos aros van escritos versos latinos que se pueden leer empezando por la palabra que el lector quiera, para seguir por donde guste, todo ello sin menoscabo del ritmo métrico y con un respeto absoluto a la prosodia; el que pueda pasar por estas aborracadas latitudes sin marearse y esté dispuesto luego a penetrar en el espeso bosque de folios que forman la Metamétrica, sin duda encontrará entre tantas elucubraciones y delirios de la fantasía más de una idea que acredite el talento de su autor. Acaso el mismo Caramuel no paró mientes en ello; quizá eran para él lo más estimable de la obra aquellos juegos malabares a los que, dentro siempre de la más correcta prosodia, se entrega con una fruición morbosa y sólo comparable a la de Porfirio Optaciano en su célebre Panegírico al Emperador Constantino.

Lo que de veras desborda nuestro asombro es enterarnos de que la Metamétrica es sólo uno de los trabajos menores de Caramuel, apenas más que un divertimento entre sus muchos estudios sobre una gran variedad de las ciencias de su tiempo. Puede leerse una apreciación del hombre y su obra por D. Valverde Villena en la revista Rinconete del CVC: I. Un hombre universal y II. El lingüista. Por nuestra parte, esperamos deleitar a los lectores en el futuro con otras muestras de esta obra tan llamativa como difícil y olvidada.

lunes, 18 de julio de 2011

Refranes retraducidos

El traductor automático de Google, un servicio cuya continuidad parece estar en riesgo,  aborda la problemática de la traducción automática desde un punto de vista original. En lugar de basarse en reglas gramaticales, le confía la tarea a la estadística, traduciendo a partir de un enorme corpus disponible en varios idiomas que sirve de piedra Rosetta.
El resultado es interesante: por momentos parece tan bueno que uno sospecharía que hace trampa, y al momento siguiente se revela irremediablemente tonto. En general, es un gran paso adelante con respecto a servicios similares que he usado anteriormente. El hecho de que incluya rasgos de interfaz simpáticos, como la posibilidad de resaltar palabras, seleccionar equivalencias, y escuchar la pronunciación en varios idiomas, copiando y pegando textos en alfabetos extraños, hace que jugar un rato con él suela ser decididamente divertido. Yo le he dedicado unas horitas de una lúdica tarde, poniendo a prueba un género difícil de traducir: el de los refranes.

Como ejemplo de la excelente calidad que por momentos exhibe, dejo asentado éste:

Traducción del castellano al ingles 
Donde fueres, haz lo que vieres
When in Rome, do as the Romans do.
Pasar un proverbio de un idioma a otro, y de éste a un tercero, y del tercero a un cuarto... para volver al original es un pasatiempo tal vez algo infantil, pero estupendo. El siguiente hermoso dodecasílabo, sugerente título para un cuento, fue obtenido por la repetida trasmutación de un famoso refrán que ustedes reconocerán de inmediato:

Un palo, un cuchillo, un herrero en su casa.

rareza: un cuchillo de palo.

Pero muchas veces los resultados son más difíciles de adivinar. Observemos la transformación de sentido  -con una creciente fatalidad- que se va operando en este proverbio:

Castellano: Hombre precavido vale por dos. 
Al chino: Persona cuidadosa, no es traidor.
Del chino al thai: Tenga cuidado de no traicionar al pueblo.
Del thai al turco: Tenga en cuenta que ha traicionado al pueblo.


 Le propongo al lector curioso un juego. Intente deducir los refranes que se ocultan en las siguientes re-traducciones:

1. Pintado en un evento plano. 
2. Un estúpido, entonces, el sordo.
3. Nunca limpie la grasa de cerdo.
4. Producción, y poner en la cama la fama.
5. Usted se morirá de hambre si no hay pan.
6. Perros muertos, sólo ira.
7. Mejoremos las habilidades y la intensidad.
8. Aumento de la humedad, los niños van a la cama
Estos ejemplos implican un caótico recorrido por el mundo, pasando por  idiomas muy diferentes, como por ejemplo, del castellano al ruso, de éste al árabe, de allí al euskera, del euskera al chino... y de vuelta al castellano.
He aquí los refranes originales de la lista anterior:

1. A la ocasión la pintan calva.
2. A palabras necias oídos sordos.
3. Chancho limpio nunca engorda.
4. Cría fama y échate a dormir.
5. Cuando hay hambre no hay pan duro.
6. Muerto el perro se acabó la rabia.
7. Más vale maña que fuerza.
8. Quien con niños se acuesta, mojado se levanta.
El útlimo de estos refranes, volcado directamente al japonés, nos da: Los niños se van a al cama con el soporte húmedo. Lo que me deja pensando si no estaremos avanzando demasiado en la automatización y la robótica.

viernes, 1 de julio de 2011

Acertijo Etimológico en Imágenes

Curioso lector: Le proponemos el siguiente acertijo etimológico, un poco menos difícil que otros publicados en el pasado -esto último a pedido del frustrado e indignado público. 
¿En qué se parecen -etimológicamente hablando- las cuatro imagénes publicadas a continuación? Trate de resolverlo sin más auxilio que el de su propio cacumen. Si no lo logra, lea la ayudita que ponemos más abajo.





Ayudita: el personaje de dibujos animados que vemos arriba es -como todos habrán adivinado- el célebre Yogi Bear. Se dice que fue bautizado Yogi por alusión a un famoso beisbolista de la época, Yogi Berra. A Lawrence Berra le habían puesto el apodo de Yogi porque solía sentarse del modo que caracteriza a los yogis o practicantes de yoga. En la palabra yoga está el meollo del asunto [Fin de la ayuda].

Y ahora, la respuesta completa.
El sánscrito yoga significa "yugo". Proviene de la raiz indoeuropea identificada como *ieug, que ha subsistido en innumerables idiomas para designar siempre al mismo inmemorial instrumento de madera al que se uncen en yunta los animales de labor. El yoga es una disciplina espiritual con la cual el yogi intenta conjugar o uncir dos realidades, el Cielo con la Tierra, lo humano con lo divino.


Uncir viene, al igual que yugo y yunta, de la misma raíz latina -iung. El verbo latino iungere ("unir") nos llegó como uncir y su patricipio iunctus  como junto. De junto proviene juntarconjunto, conjunción, conjugar y muchos otros parientes. Otro derivado de iungere es la preposición latina iuxta que nos llegó en términos como yuxtaponer.

De yugo tenemos subyugar, y también conyugal, con lo cual hemos dilucidado la inclusión de la foto de los flamantes cónyuges. Unir en matrimonio era para los romanos coniugare a un hombre y una mujer en un simbólico yugo, ambos trabajando en yunta hacia adelante.

Nos queda por despejar el sentido de la imagen de los caballeros medievales en lid. Están trabándose en una justa, palabra que nos viene del provenzal jostar, proveniente a su vez del latín vulgar juxtare ="acercarse, encontrarse", hecho a partir del ya mencionado iuxta.

Como última curiosidad, los animales se uncen por el cuello, y por eso se llamó a éste iugulum en latín. De allí nos viene la vena yugular que tanta simpatía despertaba al Conde Drácula.

jueves, 23 de junio de 2011

Piola

Estaba yo contemplando la campanilla cubierta de telarañas, pareciéndome que había transcurrido una eternidad  desde la última vez que un cliente la hiciera sonar, cuando de pronto un individuo de rostro desencajado irrumpió en la oficina. Tan abrupta fue su entrada que por poco la onda de choque me hace perder el delicado equilibrio con el que me columpiaba en la silla.

-Tengo una duda tremenda que no me deja dormir -exclamó sin más preámbulos-, y por eso vine aquí. Me han dicho que ustedes son piolas y que me podían apiolar. Al principio mis amigos me aconsejaron que me quedara piola, pero en vista de que la duda no ceja, pensé que sería piola venir a aclararla aquí. Confío en que sean ustedes profesionales de nivel, y no unos piolas.

-¿Así que su duda es con respecto a la palabra piola?- le espeté mientras me servía un vaso de Hesperidina.
-¿Cómo lo supo? -preguntó el sujeto, boquiabierto.
-Una corazonada. Usted se pregunta de dónde viene esa palabra, y por qué en la Argentina se la usa como usted lo ha hecho. No, no hay por qué avergonzarse: se sorprendería de la cantidad de gente que en cierto momento de su vida atraviesa crisis como la suya. Vuelva mañana a esta hora, y probablemente estaré en condiciones de librarlo de su obsesión.

El tipo se fue aliviado, pero a pesar de la respuesta optimista que le había dado, tenía yo mis reservas sobre las probabilidades de dar con el origen de la singular expresión. Piola tenía aspecto de lunfardo, o de algún habla de germanía más antigua, y las voces de germanía nacen a veces de caprichos imposibles de rastrear.
Por supuesto, existe un uso propio de piola como "cordel", palabra bien viva en el sur de la América Latina, sobre todo en su variante diminuta piolín. ¿Pero cómo se ha pasado del cordel a los diversos matices "astuto, desvergonzado, simpático, agradable, útil, tranquilo"? A primera vista (y a segunda también) no parece haber ninguna relación.

Al salir de la oficina en lugar de mi Buick encontré un caballo aparejado y una calle de tierra que se perdía en la pampa. Estoy ya acostumbrado a estas cosas, así que sin más ni más monté y rumbié para la casa de Corominas.

-Apéese nomás, aparcero -me saludó el acriollado catalán -¿Qué se le anda ofreciendo?
-Vengo rastreando el origen de piola, don Joan.
-Fíjese usté lo que son las cosas -me dijo-. Precisamente me estaba fijando en lo lindas que son sus espuelas chilenas de pihuelo largo.



-A la pieza en torno a la que giran las espuelas la han bautizado pihuelo porque las sujeta como la pihuela sujeta al halcón.
-¿La qué?
-Sé que la cetrería ya no está en tan en boga como en otras épocas, pero fíjese por ejemplo en este párrafo:

y, habiendo hecho esto, pornás tu halcón en parte escora donde no le den ocasión de debatirse ni a menearse mucho, y quítale la pihuela y caxcabel, y ponle en una tabla llana o almohada blanda.
Zúñiga y Sotomayor, Libro de cetrería de caza de azor, 1565
-Es decir, la correa con que se aseguran los pies de los azores y halcones, ¡ésa es la pihuela! En el castellano de Galicia, pihuela se transformó en piola, y se generalizó como cordel usado para maniatar y anudar.
De Galicia piola pasó al léxico marítimo, y aunque en la península ibérica quedó confinado a él, en Argentina, Chile, Perú y Ecuador bajó a tierra y se quedó para reemplazar a cordel.
-Muy interesante, pero eso no me aclara...
-Cállese que no terminé. Fíjese cómo por el origen de la palabra, siempre la piola está relacionada con atar y maniatar. Veamos algunos usos castizos de apiolar.


Para colgar las liebres y conejos, se les apiola, es decir, se les enlazan las patas de este modo: primero se desgarran los dos dedos laterales de una pata hasta la primera articulacion: luego en el dedo del medio se separa el tendon del hueso.
Tesoro del cazasor con escopeta y perro, o arte de buscar, perseguir y matar toda clase de caza menor, Madrid, 1865

-Ya el Fénix de los ingenios y Monstruo de la naturaleza, me refiero a Lope de Vega, había llamado la atención sobre el término:


Dice, pues, que llevando una liebre un rústico apiolada (así llama el castellano a aquella trabazón que hacen los pies asidos) después de muerta, le topó un caballero, que acaso por su gusto había salido al campo en un gentil caballo
Lope de Vega, Guzmán el bravo, 1623

-La misma palabra pihuela viene de *pea que dio también apea, palabra que el diccionario de la RAE define como
APEA: Soga de unos 80 cm de largo, con un palo en forma de muletilla a una punta y un ojal en la otra, que sirve para trabar o maniatar las caballerías
Toda la familia se remonta finalmente al latín pes-pedis, "pie". Y en el recado de su caballo tenemos varios descendientes: el pegual, el peal, y el susodicho pihuelo. El peal (pronunciado por los gauchos pial) es el lazo que se echa al caballo para derribarlo, como dice el Martín Fierro:
Todas las tierras son güenas:
vámosnós, amigo Cruz.
El que maneja las bolas,
el que sabe echar un pial,
o sentarse en un bagual
sin miedo de que lo baje,
entre los mesmos salvajes
no puede pasarlo mal.

Hernández, José, EL gaucho Martín Fierro, 1872
Me despedí del dotor Corominas sintiéndome más sabio en general pero casi igual de ignorante en cuanto al piola que a mí me interesaba. Sin embargo, había obtenido suficiente material para elaborar al menos una teoría, teniendo el cuenta el siguiente dato: el uso de piola que desvelaba a mi paciente es el que tiene en Argentina y Chile, y también son estos dos países los que comparten los términos mencionados del recado de los caballos.
Y en Chile, al parecer, "piola" significa casi exclusivamente "tranquilo, quieto", como en quedarse piola = "quedarse en el molde, no reaccionar". Hay por lo tanto razones para sospechar que ése es el sentido primario, y de él se pasó en el Río de la Plata a otros como "afable, simpático, astuto", y finalmente "desvergonzado".

-Muy bien, amigo -le dije al sujeto cuando, tan sin anunciarse como la primera vez, apareció al día siguiente en mi rancho-. Las cosas están ansí: tradicionalmente la piola se ha usado para sujetar animales, de manera que quedarse piola ha de venir de quedarse apiolado, es decir, contenerse, sujetar los impulsos que nos llevarían a reaccionar. Esa rara virtú del autodominio llevaría a nuevos usos de la expresión, unos positivos y otros negativos.
-Gracias -dijo aliviado-. Me ha liberado de esta incertidumbre que me maniataba. Mi vida se había vuelto un despiole.
-De nada. La próxima vez toque la campanilla.
-¡Me cansé de hacerlo!
Entonces alcé los ojos y descubrí la razón de este largo silencio hurgapalabras: la piola de la campanilla se había roto.





lunes, 20 de junio de 2011

Del "Omero romançado" de Juan de Mena

Juan de Mena (1411-1456) dedicó su versión de la Ilíada al rey de Castilla Juan II. En el Proemio enumera primero los dones que traen al monarca los pueblos de todo el mundo (leones, tigres, spyngos y elefantes, diamantes, rubíes "y otros diversos linajes de piedras", o týbar, "que es fino oro en polvo", y armiños y martas y demás pieles), y luego presenta su propia ofrenda:

Vengo yo, vuestro humil siervo natural, a vuestra clemençia benigna, no de Ethiopia con relumbrantes piedras; no de Syria con oro fulvo, ni de Africa con bestias monstruosas y fieras, mas de aquella vuestra cavallerosa Córdova. E como quier que de Córdova, no con aquellos dones nin semblantes de aquellos, que los mayores y antigos padres de aquella a los prínçipes gloriosos, vuestros anteçessores, y a los que agora son y aún después serán, bastaron ofreçer y presentar, como si dixésemos de Séneca, el moral, de Lucano, su sobrino, de Abenruyz, de Abiçena, e otros no pocos, los quales temor de causar fastidio más que mengua de multitud me devieda los sus nombres explicar. Ca estos, Rey muy magnífico, presentavan lo que suyo era, y de los sus ingenios emanava y naçía; bien como hazen los gusanos, que la seda que ofreçen a los que los crían, de las sus entrañas la sacan y atrahen. Pero yo a vuestra alteza sirvo agora por el contrallo, ca presento lo que mío no es, bien como las abejas roban la sustançia de las flores mellifluas de los huertos agenos y la trahen a cuestas y anteponen a la su maestra. Bien así yo, muy poderoso Rey, uso en aqueste don y presente, ca estas flores que a vuestra señoría aparejo presentar, del huerto del grand Omero, monarca de la universal poesía, son.

Y aquesta consideraçión antelevando, grand don es el que yo traigo, e aquesta consideraçión, si el mi furto y rapina no lo viçiare, y aun la osadía temeraria y atrevida, es a saber de traduzir e interpretar una tanto seráfica obra como la Ylyada de Omero, de griego sacada en latín y de latín en la vuestra materna y castellana lengua vulgarizar.

La cual obra apenas pudo toda la gramática y aun elocuenqia latina comprehender y en sí reçebir los eroicos cantares del vatiçinante poeta Omero; pues ¡quánto más fará el rudo y desierto romançe! E acaesçerá por esta causa a la omérica Yliada como a las dulçes y sabrosas frutas en la fin del verano, que a la primera agua se dañan y a la segunda se pierden. Así esta obra reçibirá dos agravios: el uno en la traduçión latina, e el más dañoso y mayor en la interpretaçión del romançe, que presumo y tiento de le dar.

Juan de Mena no traduce propiamente, sino que compendia en 36 capítulos breves el contenido del poema, "por no dañar ni ofender del todo su alta obra, trayéndogela en la umilde y baxa lengua del romançe"; y calcula que Homero escribió más acerca de las figuras del escudo de Aquiles que él en todo su resumen. En esto exagera: su versión tendrá unas 15.000 palabras, mientras que los 131 versos del pasaje homérico (XVIII:478-608) rondan las 1.000.

(Texto tomado de la edición realizada por T. González Rolán y Ma. F. del Barrio Vega, en Filología Románica 6 (1989) págs. 147-228.)

viernes, 27 de mayo de 2011

Dice Menéndez Pidal sobre Santa Teresa

La priora de un convento -escribe la Santa- debe "mirar en la manera del hablar que vaya con simplicidad y llaneza y relisión; que lleve más estilo de ermitaños gente retirada, que no ir tomando vocablos de novedades y melindres, creo los llaman, que se usan en el mundo...; préciense más de groseras que de curiosas en estos casos".

Groseras más que curiosas. Aquí tenemos igualmente la explicación de la prosodia popularizante que Santa Teresa adopta en sus autógrafos, desviándose de la grafía corriente en los libros por ella leídos: an por aún; anque, aunque; cuantimás, cuanto más; naide (Carlos V usa la variante culta nadi); ipróquita, proquesía, hipocresía; catredático; primitir, permitir; muestro, nuestro; traurdinario, extraordinario; pusilámine, pusilaminidad; carractollendas, carnestolendas, etc. Se suelen tomar estas formas, y yo mismo las he explicado así, como propias del habla hidalga de Ávila, en la que Teresa se crió; pero, aunque varias lo son, las más, demasiado bastas, pertenecen sin duda al habla rústica que la Santa adoptaba por preciarse de estilo grosero y ermitaño. Recordemos a este propósito la noble asceta granadina doña Catalina de Mendoza, hija del marqués de Mondéjar, que, ejercitada en toda clase de mortificaciones, hacía consistir una de éstas en ocultar su admirado talento escribiendo sus cartas según la redacción de una inculta sirvienta. Lo intencional que era en Santa Teresa el apartarse del lenguaje común escrito se evidencia en formas como ilesia y relisión, discrepantes de iglesia y religión, que ella leía cada día en sus libros y oía de continuo a clérigos y gentes devotas; en casos como éstos, el apartarse de las formas correctas le costaba sin duda más trabajo que el seguirlas; es un trabajo de mortificación ascética.

[...]

El lenguaje levantado o noble repugnó en todo tiempo el diminutivo. Lo desconceptuaba rigurosamente el gran preceptista, coetáneo de Santa Teresa, Fernando de Herrera, diciendo: "La lengua toscana está llena de deminutos con que se afemina y hace lasciva y pierde la gravedad, pero tiene con ellos regalo y dulzura y suavidad; la nuestra no los recibe sino con mucha dificultad y muy pocas veces." Pues toda esa dificultad encopetada la echa a un lado Santa Teresa, trayendo el diminutivo a los asuntos de mayor dignidad y empeño para deslizar en ellos una conmoción de ternura: "esta encarceladita desta pobre alma" (Vida, XV), "para que esta centellica de amor de Dios no se apague" (Vida, XV), o buscando alguno de los otros matices semánticos, sobre todo el de humilde poquedad y el despectivo, consideracioncillas (Vida, XV), "unas devocioncitas de lágrimas y otros sentimientos pequeños, que al primer airecito de persecución se pierden estas florecitas" (Vida, XXV).

Teresa sentía una propensión irreprimible hacia esta forma gramatical, sin que le arredrasen las dificultades morfológicas de las terminaciones menos habituadas a recibir el sufijo: agravuelos escribió una vez; mas luego que se vió obligada a copiar lo escrito juzgó demasiado insólito aquel caso y corrigió: "unas cositas que llaman agravios" sin poder prescindir del diminutivo (Camino de Perfección, LXIII). Y, sin embargo, el raro diminutivo de que se arrepintió estaba perfectamente formado. Si hoy quisiéramos sacar un diminutivo de agravio no lo hallaríamos aceptable; pero el instinto castellano viejo de Teresa lo halló. Estos sustantivos acabados en dos vocales tomaban el sufijo -uelo (latín, -olus) desde los mismos orígenes del idioma, como lo muestran abuela, del latín avia; plazuela, del latín platea, plaza, o los viejos nombres de lugar: iglesuela diminutivo de iglesia; Barruelo, de barrio. Tan ingénita y profundamente poseía Santa Teresa la morfología patrimonial del idioma. Claro es que también, según esta morfología primitiva, el diptongo acentuado de los nombres desaparece al quedar inacentuado por adición del sufijo diminutivo: estropecillos es el diminutivo teresiano de estropiezo o tropiezo, forma pura como fontecica, de fuente, que siempre es la empleada con las demás de igual tipo.

Sin el hábil uso de los diminutivos no lograría el lenguaje de Santa Teresa muy matizadas delicadezas; nos retendría en un dejo de insatisfacción, como el que experimentamos al eliminar el sufijo en aquella frase suya: "queda el alma con un degustillo, como quien va a saltar y le asen por detrás". Sobre el idioma literario, que Herrera reglamenteba sólo para la solemnidad, esparce Santa Teresa una sutil gracia, dignificando la proscrita forma de gran expresividad.

Extractos de R. Menéndez Pidal, "El estilo de Santa Teresa", en La lengua de Cristóbal Colón (Espasa Calpe, Austral 1942) págs. 123-4 y 126-7.

Sobre los diminutivos de la segunda cita, véase F. González Ollé, "Formación superlativa y diminutiva de los nombres terminados en /ia/, /io/, /ie/ y fonología generativa de sus derivados mediante sufijos que comienzan por /i/", en Estudios ofrecidos a Emilio Alarcos Llorach. III, Oviedo 1978.