jueves, 21 de julio de 2011

Prefijos mal llevados

No solemos en este blog hacer comentarios de actualidad, ni postear respuestas a discusiones que tienen lugar en otros foros, ni tampoco tenemos por costumbre tratar cuestiones de normativa lingüística.

Hablando mal y pronto (o malhablando de prisa), no solemos hacer gran cosa.

Hace unos meses circuló por la red un descubrimiento muy curioso: la imposibilidad de representar por escrito el imperativo de segunda persona del singular del verbo "salir" con un pronombre de tercera persona enclítico; es decir "sal" + "le(s)". La cuestión, como se explica bien y discute en extenso aquí, está en que la unión de la "l" final de uno y la inicial de otro forma el dígrafo "ll", que representa regularmente un sonido propio (palatal) y no se presta a ser leído como "l" geminada, como el sonido de la doble "n" de "innato" por ejemplo. Dicho de otro modo: que al escribir "Salle al paso" (lo que en castellano voseante sería "salile al paso") lo representado parece más bien [sa.lle.al.pa.so] y no [sal.le.al.pa.so]. [1]

El tema causó alboroto porque lo recogió un periódico de amplia distribución aquí, de modo que todo el mundo [2] se lanzó a opinar. Hubo dos corrientes: los que entendían que se trataba de buscar una forma correcta ("sálele", "salile", "salidle", "sarle", "sadle", etc.) para reemplazar la que causaba inconvenientes [3], y los que vieron el verdadero problema, a saber, que es posible en el uso oral una forma para la que la ortografía no tiene una solución. En esta segunda corriente se propusieron varias alternativas: "sal•le", "sal-le", "sal'le" etc.

[Lo cual recuerda la dificultad con que se enfrentaron algunos traductores de griego cuando tuvieron que adaptar al castellano el nombre de Ὕλλος, hijo de Heracles, que naturalmente tendría que ser "Hilo", y así lo traducen muchos, como en la versión en nuestro idioma del Diccionario de P. Grimal; pero a algunos que tradujeron Las Traquinias de Sófocles evidentemente les sonó mal la coincidencia con el sustantivo "hilo", y recurrieron a cosas como "Hillo" (José Mª Aguado) o "Hil-lo" (Alemany y Bolufer).]

En este contexto, y sin tomar partido [4], me puse a pensar si no habría otras circunstancias en que la norma ortográfica de nuestra lengua no llega a resolver del todo algunos grupos consonánticos. Con esto me refiero a aquella ventaja de que los hispanohablantes siempre nos hemos mostrado orgullosos, especialmente cuando debemos tratar de aprender inglés: que en una palabra escrita la grafía siempre nos da una idea exacta de la pronunciación, aun cuando no conozcamos la palabra o no la hayamos oído en la oralidad.

Esta ventaja se diluye en dos casos bien conocidos, relacionados con la "r" vibrante múltiple:

a) Los compuestos de prefijo terminado en "r" (simple) y una palabra que empieza con "r" (múltiple), como "hiperrealismo". La nueva Ortografía de la RAE dice que en esas circunstancias el grupo "rr" puede comportarse como un dígrafo (la "rr" normal, [hi.pe.rre.a.lís.mo]), o puede existir de hecho "una frontera silábica entre las dos erres, de modo que la primera represente el el fonema vibrante simple y la segunda el vibrante múltiple: [hi.per.rre.a.lís.mo]" (p. 118). Según cómo se plantee la cuestión, entonces, puede haber una situación paralela a la de arriba, en el sentido de que la ortografía no hace explícita una u otra pronunciación. Pero en este caso y probablemente en todos los existentes de este tipo la ambigüedad es irrelevante, porque las dos posibilidades fónicas son igualmente válidas, sin que cambie esencialmente la palabra.

b) Desde un punto de vista más amplio, las palabras con prefijo o primer elemento componente terminado en "b/c/d/f/g/k/p/t" y una palabra que empieza con "r" presentan el mismo problema, pues existe la mencionada frontera silábica que indica que la primera consonante pertenece a una sílaba y la "r" a otra, de modo que la última mantiene su pronunciación múltiple: "subrayar", "postromántico", etc. (se pronuncia [sub.rra.yar] y no [su.bra.yar]). La situación es también similar, pero con un agravante: uno no siempre es consciente de que se halla ante una palabra prefijada o compuesta, y como a veces uno está expuesto a una palabra principal o exclusivamente por medio de la escritura es posible que la haya incorporado según lo que su intuición le dictó al momento de leerla. Hice una pequeña encuesta entre conocidos, y resultó que los más creían que la pronunciación correcta de "subrepticio" era [su.brep.ti.cio] y no [sub.rrep.ti.cio]. El caso de "abrogar" presenta aun peor dificultad, porque para la mayoría de nosotros definitivamente no es una palabra de uso oral cotidiano. Pero "abrogo" se dice [ab.rro.go], por más que "abrojo" sea [a.bro.jo] [5].

Y ni siquiera alcanza con detectar la presencia de un prefijo para darse cuenta de que la vibrante debe pronunciarse múltiple como si fuese inicial, pero a veces el uso ha sancionado la pronunciación simple, perdida ya la conciencia del prefijo; tal es el caso de "abrupto", que se pronuncia siempre [a.brup.to].

Por supuesto, lo que ha unido el destino de la "l" y la "r" en este post, lo que emparenta sus situaciones respectivas, es el hecho de que nuestra lengua use la grafía doble para representar un sonido distinto del geminado. Esto tiene una razón histórica: en un momento de su evolución, el castellano transformó de algún modo prácticamente todas las consonantes geminadas del latín, simplificando mm, tt, cc y demás (p.ej. vitta > "veta"), palatalizando nn y ll (canna > "caña") y haciendo múltiple la vibración de rr (terra > "tierra"). En el caso de la "rr" y la "ll" las grafías dobles se mantuvieron con su nuevo valor. (Para "nn", en cambio, terminó imponiéndose la forma con virgulilla, que originalmente no era más que un símbolo de abreviación.) Esto fue posible porque con estos cambios fonéticos dejaron de existir las geminadas propiamente dichas, y con ello las grafías dobles quedaron libres para representar los sonidos nuevos, sin ambigüedad. Sin embargo, cuando reaparecieron las geminadas de modo secundario, en cultismos y sobre todo en palabras compuestas y afijadas (a lo que hay que incluir enclíticos como "déjennos"), nació la posibilidad latente de una confusión, que terminó aflorando en el tema que vamos tratando. Es decir, para que se diera el debate en torno a "salle" confluyeron la formación excepcional de imperativo apocopado "sal" (en vez de "sale") con la necesidad de distinguir entre la representacion de la "ll" palatal y la geminada.

La Ortografía, de paso, da en su página 174 el texto exacto con que la Academia respondió a la consulta de UAUC: "La interpretación forzosa...". Originalmente pensé que la Academia había elaborado la respuesta específicamente para esa consulta, pero evidentemente la duda ya había surgido antes.

Pero lo que yo quería encontrar era un caso similar al del choque de las "l". No podía venir por el lado de los verbos, porque el imperativo apocopado "sal" es el único existente terminado en "l" [6]. Pero tenemos algunos prefijos o componentes comunes terminados en "l", y es interesante observar qué les ha sucedido al encontrarse con palabras comenzadas en "l". Se trata de "mal-" y "mil-".

Voy a desechar el segundo, que aparece en compuestos como "milhojas", "milpiés", "milrayas", simplemente porque no encontré ningún caso con "l" inicial.

"mal-" a primera vista no parece de los prefijos más comunes, pero tiene muchísimos derivados, recientes o no, tanto verbos ("malvender", "malbaratar", "malherir"), como sustantivos ("malcaso", "malpaís"), adjetivos ("malsano"), locuciones ("amalaya") y un grupo grande de adjetivos deverbales y denominales ("malmaridada", "malparido", "malhumorado", "malmirado", "malcarado", "maloliente", "malparado" etc. etc.). Sigue siendo productivo en varias de estas categorías.

La Nueva Gramática de la RAE trata estas formaciones entre los compuestos (11.9f-h, 7.1b-c), pero creo que el único lugar donde ataca el problema fonológico/ortográfico de la composición con "l" inicial es en la sección de prefijos (10.3a): "Cuando coinciden la consonante final de un prefijo o una base compositiva y la inicial de una raíz, se da la reducción consonántica, como en "malograr" (no **mallograr), transiberiano (no **transsiberiano)".

Hojeando el diccionario no encuentro otro caso de "mal + l" que "malograr", y eso me obliga a preguntarme si no se habrán evitado inconscientemente estas composiciones precisamente por la dificultad que entrañaban. Imposible saberlo con certeza.

Pero "malograr" es especialmente ilustrativo porque históricamente no fue ésa la primera solución: Bartolomé de Torres Naharro (siglo XVI) escribe "mallogrado". A simple vista no se sabe si pronunciaría [mal.logrado] o con palatal, pero como en este verbo el grupo evolucionó a una "l" simple se puede suponer que se usaba una geminada que no se palatalizó después, ya sea porque la época de la palatalización había terminado o por presión del prefijo todavía analizable.

Cuando falta la venerable tradición multisecular de la lengua para encontrar otros ejemplos, viene en nuestro auxilio internet, donde la virtual gratuidad de la comunicación ha dado lugar inexorablemente a una laxitud inconcebible treinta años atrás en materia de escritura. "En internet está todo", empezando por registros de los usos más extraños o idiosincráticos, traducidos casi sin intermediarios de la lengua oral, accesibles instantáneamente a cualquiera que tenga ojos para ver. Se encuentran, por ejemplo, usos esporádicos del prefijo "mal" en las circunstancias que nos interesan. Veamos algunos:

malleer (aparentemente "leer mal, por encima, al descuido"): "según he leido, o malleido en ingles en alguna página", "la naturaleza de mi curro me hacia malleer demasiado", "mas que malinterpretar malleer o maltomar", "le han criticado sin apenas malleer 1 ó 2 de sus obras"... Alguno de los ejemplos puede ser un error de tipeo, pero en general lo probable que quienes escriben no se detengan a pensar que la grafía implica una pronunciación distinta de la que están imaginando. Yo al menos no tendría problema en usar "malleer" (pronunciado [mal.le.er]) en la lengua hablada.

mallavar ("lavar mal, sin demasiado cuidado"): "Pues para malsellar y mallavar, segun tu dices, el coche tiene muy buena pinta".

mallimpiar (muy similar al anterior): "solo sirve para mallimpiar casas".

mallenguado (= "malhablado"): "tengo un lenguaje que hace enrojecer a cualquier 'mallenguado'", "el Adanero socarrón, mordaz, mal-lenguado" - en este último el que escribía probablemente percibió el problema y lo resolvió con un guión.

mallechismo (actitud propia del "mala leche"): "se le contagio el mallechismo de Rossi".

Lo que emparenta a todos estos términos es que la gente los identifica como palabras únicas, al mismo nivel que "malvender" o "malsellar"; sobre todo, que tienen un único acento ([mal.le.ér] y no [mál le.ér]), que es el criterio principal para escribirlo así. (La nueva Ortografía, p. 549, dice con respecto a "malhumor" en vez de "mal humor": "La grafía univerbal se justifica por la tendencia del primer elemento a perder su acento: [malumór], más que [mál umór]"). En todos los casos citados arriba no cabe duda que sus autores dirían [l.l]: [mal.la.vár], [mal.le.chís.mo], etc.

Por supuesto, en todo esto estamos pisando las periferias de la lengua y la ortografía. Pero aunque se trate de lexicalizaciones recientes o marginales, con todo son más frecuentes que el "salle" que hizo saltar el tema; en el sentido de que se encuentran casos de uso recurriendo a Google, mientras que "salle" sólo ha aparecido en aquella interesante discusión lingüística.

Y todavía queda un caso que en mi opinión representa el non plus ultra: el prefijo "mal-" antepuesto a una palabra que comienza con "ll" (palatal). En mi país (Argentina) al menos existe; es el mencionado aquí.

En efecto, "mal llevado" (= "maleducado, de mal carácter") se pronuncia indistintamente [mál lle.vá.do] o [mal.lle.vá.do], de modo que debería poder aplicarse la misma regla y escribir "malllevado"... que aunque parezca increíble se lee en la web: "para los q piensan q soy una malllevada", "me pareces un chico muy malllevado", etc. [7]

Lo más común, por supuesto, es que se escriba "mal llevado", independientemente de la pronunciación, porque aun al más descuidado le suena raro tener tres "l" seguidas. Pero son demasiado comunes las grafías univerbales, con sólo dos "l": "voy a intentar no ser tan mallevado", "es medio engreído y bastante mallevado", "eso ya es como ser medio mallevado". En regiones lleístas (p.ej. el litoral argentino) es natural que esto represente una pérdida de la "l" [ma.lle.vá.do], pero en lugares como Buenos Aires definitivamente no: allí la (desagradable) norma es pronunciar "ll" como "sh", y el término en cuestión suena "malshevado". En Córdoba de Argentina, en cambio, la pronunciación corriente es "malievado", a todas luces mucho más eufónica.

* * *

A modo de cierre: habiendo sido puesta en evidencia una posible limitación del sistema ortográfico castellano, con un poco de fuerza hemos logrado llevarla más allá de la palabra individual ("salle") a una categoría mayor, la de los prefijos en "-l" ante núcleos en "l-" (y "ll-"). Esto podría ser importante, porque la regulación se justifica tanto más cuanto puede aplicarse no sólo a la forma fosilizada "sal(le)" sino a un grupo abierto, como será el de marras si se entiende que "mal-" es productivo hoy.

No creo, sin embargo, que la cuestión dé para tanto. Ya admitimos que los casos de "mal-" son marginales, y que "sal(le)" lo es aun más, como puede comprobar cualquiera que trate de explicar a quien no esté en tema dónde reside exactamente la dificultad. Para que la normativa no se convierta en un laberinto de reglas ad hoc y excepciones, se debe hacer sobre la observación de los hechos en un contexto amplio, tratando de capturar las tendencias y los patrones subyacentes a la casuística. Si de ello resulta que la ortografía necesita una regla para la representación de la "ll" geminada (en todos los casos producto de la afijación, según parece), bienvenida sea; mi voto, por ahora, está simplemente con "salle" y "malleer".

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[1] Creo que el lugar donde primero y con más gracia se planteó la cuestión en la web fue este post futbolero. La popularidad, sin embargo, la dio su aparición en UAUC, en cuya ristra de comentarios hay discusiones muy interesantes en torno a las alternativas "sarle", "sadle", "sálele".

[2] Es decir, la gente que tiene una conexión a internet y tiempo para estas cosas.

[3] Llegando a los extremos de dudar si la expresión en sí era correcta; por ejemplo, se argumentó en alguna ocasión que debería decirse "sal a su paso" porque "salir" es intransitivo y por lo tanto "no se construye con complemento directo" (citado de "Diccionario de los usos correctos del español" de Serrano Redonnet y Zorrilla de Rodríguez). De más está decir que en "salirle al paso" no hay ningún complemento directo.

[4] Aunque si tuviera que hacerlo escribiría simplemente "salle".

[5] "Abrogo" y no "abruego" porque, aun siendo derivado de "rogar", es cultismo. "Abrojo" con una pronunciación [ab.rro.jo] podría ser un compuesto de *"rojar" emparentado con "sonrojarse", pero no existe.

[6] En algún momento existió "val" como imperativo de "valer", pero hoy no creo que subsista. También hubo alguna vez "sobresal", aunque el DRAE hoy dé como única forma correcta "sobresale".

[7] Téngase en cuenta que el "mallevar" de 1530 que aparece en el CORDE significa "tomar en préstamo", y proviene aparentemente de manu levare; véase aquí (de donde, dicho sea de paso, Leo Spitzer sugiere que proviene nuestro "malevo").

martes, 19 de julio de 2011

El vesre como puerta de ingreso a la Metamétrica de Caramuel

Se sabe que el vesre silábico, considerado en la actualidad como propio del castellano rioplatense (y peruano), tiene antecedentes documentados en el Siglo de Oro español, y uno de sus ejemplos más conocidos es do(c)tor -> tordo en Góngora.

En la primera parte de su extenso tratado Primus Calamus, el polígrafo español Juan Caramuel y Lobkowitz (1606-1682) menciona y explica estas curiosas formaciones dentro de su apartado sobre el "Apolo retrógrado", que entre muchas otras tiene las tres musas Literaria, Silabaria y Diccionaria. Estas tres diosas inspiran respectivamente los palíndromos por letra, por sílaba o por palabra. Dice sobre la segunda:

AVDEREM dicere facilius poſſe fieri carmina regredientia per literas, quàm per ſyllabas: nam Literaria multa dedimus, & pauca ſumus daturi Syllabaria. Hanc ego regreſſionem apud Hiſpanos reperi, & ad Latinos tranſtuli. D. Ludouicus de Gongora, Poëta celeber, iterum, iterumq; nomen Doctor ſyllabatim inuertit: Do carmina.

   Bien dixo, que Tordo es
   Vn Dotorcillo hablador,
   Cierto ingenio Cordoues:
   Porq quien dixo Dotor,
   
Tordo dixo del reues.

Et iterum.

   Ya que lo ſoy de la haz,
   Hazedme de reues
Tordo;
   
Dotor digo. y ſea una vorla
   Giralda del Capitolio.

Pentaſtichum eſt ex Gongoræ Comædiâ, quę inſcribitur El Dottor Carlino: Tetraſtichum ex iocis (nempe, del Romance segundo burlesco.) vbi vides nomen Do-tor redire ſyllabatim in Tor-do Sic etiam Tha-ur tranſit in Hurta; Mon-ja in ja-mon; & apud Latinos Ro-ma in Ma-ro; Mo-ra in Ra-mo, &c. Arte iam intellectâ, aliqua exempla ſubiungamus.

   Sis De-a Te-myr-a; vi-ſis vi-a myr-te-a de-ſis.
      Res fe-ra ſi va-no mi no-ua ſi-ra fe-res.

Materiam laudo, & imitandam Lectori ſtudioſo propono; damno sensum, ſi damnari ille poteſt, qui nullus. Et eadem censurâ inuro lineas iſtas ſequentes.

   Di-ui-no mi-ſe-ras ho-rto ho-ras ſe-mi-no; vi-di,
      O-re re-fer-re (de-cor! cor-de de-fer-re) re-o.

Summâ reducendi ſyllabas difficultate perterritus, mallem vnicam vrgere dictionem, & ſyllabatim ſcindere, quàm integra carmina texere. Dabo vnum, aut alterum exemplum, Gongoram imitatus.

   NA-VA-LIS LIS-VA-NA.

   Lite agis in terrâ, & bona tandem cauſa triumphat;
      Et litem, haud vanam lucra fuiſſe probant.
   Lite agis in pelago, tamen eſt ibi vana (Philarde)
      Navalis lis. Hoc certa pericla probant.

El libro de Caramuel tiene que resultar apasionante para cualquiera que tenga un interés poético-lúdico por el uso de la lengua. Puede verse una buena versión digitalizada del original en Google Books (I Metametrica, II Rhythmica). En 2007 se tradujo por primera vez a nuestra lengua la segunda parte; véase aquí y aquí. En la p. 8 del prólogo los traductores parecen sugerir una futura versión de la primera parte ("...hemos querido comenzar por la Rhythmica..."), ante lo cual no podemos sino ilusionarnos. Por lo demás, en 1981 se tradujeron y publicaron por separado los Laberintos de la Metamétrica.

Citemos a E. Díez Echarri, Teorías métricas del Siglo de Oro (Madrid 1949), págs. 88-90; según el panorama que presenta, la muestra que acabamos de citar no es más que una punta del ovillo caramueliano:

Se compone esta enciclopedia métrica de dos partes distintas; una de ellas, la Metamétrica, que se diría escrita por un cerebro genial, pero desequilibrado; tal es la maraña de combinaciones cabalísticas que llenan sus páginas [...] Es la elucubración de un loco genial. Sin duda, a esta parte del Primus Calamus se refiere Menéndez Pelayo cuando dice que "es libro farragoso y desordenadísimo". El pobre Vicens, adicionador de Rengifo, con sus sonetos, que se pueden leer de cincuenta maneras, queda así empequeñecido. Los mismos árabes, con sus extrañas recetas de la aliteración idéntica, suficiente, compuesta, alargada, aproximada, invertida, contigua; con sus versos de triple rima y sus enigmas y logogrifos por métodos facilitantes, productivos, perfectos y accesorios, resultan pigmeos ante este gigante de la cábala métrica, que nos presenta versos latinos, griegos y hasta chinos, susceptibles de leerse de miles y miles de maneras. Todos los alardes de Alvaro de Brito, el portugués que consagró a los Reyes Católicos unas coplas en que las palabras de cada estrofa empezaban con la misma letra y se podían leer de sesenta y cuatro maneras; toda la destreza del humanista Publio Porcio que, haciendo honor a su nombre, compuso un poema latino titulado Pugna Porcorum, en que todas las palabras empiezan por P e imitan onomatopéyicamente el gruñido de los cerdos; todas las combinaciones de Pedro Compostelano en los exámetros de su tratado De Consolatione Rationis, quedan palidecidas ante la Matemétrica [sic] de Caramuel.

Dudo que ningún país pueda ofrecer un espécimen semejante. Ni siquiera las raras composiciones de un Simmias de Rodas, que adoptan en el aspecto gráfico formas de huevo, alas, segur y otros instrumentos análogos. El que se sienta con fuerza para internarse por aquella inextricable selva de "Labyrinthos", Cábalas y Esferas, en cuyos aros van escritos versos latinos que se pueden leer empezando por la palabra que el lector quiera, para seguir por donde guste, todo ello sin menoscabo del ritmo métrico y con un respeto absoluto a la prosodia; el que pueda pasar por estas aborracadas latitudes sin marearse y esté dispuesto luego a penetrar en el espeso bosque de folios que forman la Metamétrica, sin duda encontrará entre tantas elucubraciones y delirios de la fantasía más de una idea que acredite el talento de su autor. Acaso el mismo Caramuel no paró mientes en ello; quizá eran para él lo más estimable de la obra aquellos juegos malabares a los que, dentro siempre de la más correcta prosodia, se entrega con una fruición morbosa y sólo comparable a la de Porfirio Optaciano en su célebre Panegírico al Emperador Constantino.

Lo que de veras desborda nuestro asombro es enterarnos de que la Metamétrica es sólo uno de los trabajos menores de Caramuel, apenas más que un divertimento entre sus muchos estudios sobre una gran variedad de las ciencias de su tiempo. Puede leerse una apreciación del hombre y su obra por D. Valverde Villena en la revista Rinconete del CVC: I. Un hombre universal y II. El lingüista. Por nuestra parte, esperamos deleitar a los lectores en el futuro con otras muestras de esta obra tan llamativa como difícil y olvidada.

lunes, 18 de julio de 2011

Refranes retraducidos

El traductor automático de Google, un servicio cuya continuidad parece estar en riesgo,  aborda la problemática de la traducción automática desde un punto de vista original. En lugar de basarse en reglas gramaticales, le confía la tarea a la estadística, traduciendo a partir de un enorme corpus disponible en varios idiomas que sirve de piedra Rosetta.
El resultado es interesante: por momentos parece tan bueno que uno sospecharía que hace trampa, y al momento siguiente se revela irremediablemente tonto. En general, es un gran paso adelante con respecto a servicios similares que he usado anteriormente. El hecho de que incluya rasgos de interfaz simpáticos, como la posibilidad de resaltar palabras, seleccionar equivalencias, y escuchar la pronunciación en varios idiomas, copiando y pegando textos en alfabetos extraños, hace que jugar un rato con él suela ser decididamente divertido. Yo le he dedicado unas horitas de una lúdica tarde, poniendo a prueba un género difícil de traducir: el de los refranes.

Como ejemplo de la excelente calidad que por momentos exhibe, dejo asentado éste:

Traducción del castellano al ingles 
Donde fueres, haz lo que vieres
When in Rome, do as the Romans do.
Pasar un proverbio de un idioma a otro, y de éste a un tercero, y del tercero a un cuarto... para volver al original es un pasatiempo tal vez algo infantil, pero estupendo. El siguiente hermoso dodecasílabo, sugerente título para un cuento, fue obtenido por la repetida trasmutación de un famoso refrán que ustedes reconocerán de inmediato:

Un palo, un cuchillo, un herrero en su casa.

rareza: un cuchillo de palo.

Pero muchas veces los resultados son más difíciles de adivinar. Observemos la transformación de sentido  -con una creciente fatalidad- que se va operando en este proverbio:

Castellano: Hombre precavido vale por dos. 
Al chino: Persona cuidadosa, no es traidor.
Del chino al thai: Tenga cuidado de no traicionar al pueblo.
Del thai al turco: Tenga en cuenta que ha traicionado al pueblo.


 Le propongo al lector curioso un juego. Intente deducir los refranes que se ocultan en las siguientes re-traducciones:

1. Pintado en un evento plano. 
2. Un estúpido, entonces, el sordo.
3. Nunca limpie la grasa de cerdo.
4. Producción, y poner en la cama la fama.
5. Usted se morirá de hambre si no hay pan.
6. Perros muertos, sólo ira.
7. Mejoremos las habilidades y la intensidad.
8. Aumento de la humedad, los niños van a la cama
Estos ejemplos implican un caótico recorrido por el mundo, pasando por  idiomas muy diferentes, como por ejemplo, del castellano al ruso, de éste al árabe, de allí al euskera, del euskera al chino... y de vuelta al castellano.
He aquí los refranes originales de la lista anterior:

1. A la ocasión la pintan calva.
2. A palabras necias oídos sordos.
3. Chancho limpio nunca engorda.
4. Cría fama y échate a dormir.
5. Cuando hay hambre no hay pan duro.
6. Muerto el perro se acabó la rabia.
7. Más vale maña que fuerza.
8. Quien con niños se acuesta, mojado se levanta.
El útlimo de estos refranes, volcado directamente al japonés, nos da: Los niños se van a al cama con el soporte húmedo. Lo que me deja pensando si no estaremos avanzando demasiado en la automatización y la robótica.

viernes, 1 de julio de 2011

Acertijo Etimológico en Imágenes

Curioso lector: Le proponemos el siguiente acertijo etimológico, un poco menos difícil que otros publicados en el pasado -esto último a pedido del frustrado e indignado público. 
¿En qué se parecen -etimológicamente hablando- las cuatro imagénes publicadas a continuación? Trate de resolverlo sin más auxilio que el de su propio cacumen. Si no lo logra, lea la ayudita que ponemos más abajo.





Ayudita: el personaje de dibujos animados que vemos arriba es -como todos habrán adivinado- el célebre Yogi Bear. Se dice que fue bautizado Yogi por alusión a un famoso beisbolista de la época, Yogi Berra. A Lawrence Berra le habían puesto el apodo de Yogi porque solía sentarse del modo que caracteriza a los yogis o practicantes de yoga. En la palabra yoga está el meollo del asunto [Fin de la ayuda].

Y ahora, la respuesta completa.
El sánscrito yoga significa "yugo". Proviene de la raiz indoeuropea identificada como *ieug, que ha subsistido en innumerables idiomas para designar siempre al mismo inmemorial instrumento de madera al que se uncen en yunta los animales de labor. El yoga es una disciplina espiritual con la cual el yogi intenta conjugar o uncir dos realidades, el Cielo con la Tierra, lo humano con lo divino.


Uncir viene, al igual que yugo y yunta, de la misma raíz latina -iung. El verbo latino iungere ("unir") nos llegó como uncir y su patricipio iunctus  como junto. De junto proviene juntarconjunto, conjunción, conjugar y muchos otros parientes. Otro derivado de iungere es la preposición latina iuxta que nos llegó en términos como yuxtaponer.

De yugo tenemos subyugar, y también conyugal, con lo cual hemos dilucidado la inclusión de la foto de los flamantes cónyuges. Unir en matrimonio era para los romanos coniugare a un hombre y una mujer en un simbólico yugo, ambos trabajando en yunta hacia adelante.

Nos queda por despejar el sentido de la imagen de los caballeros medievales en lid. Están trabándose en una justa, palabra que nos viene del provenzal jostar, proveniente a su vez del latín vulgar juxtare ="acercarse, encontrarse", hecho a partir del ya mencionado iuxta.

Como última curiosidad, los animales se uncen por el cuello, y por eso se llamó a éste iugulum en latín. De allí nos viene la vena yugular que tanta simpatía despertaba al Conde Drácula.